Las pifias de Ernesto
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Más allá de la
pésima campaña que llevó adelante Nicolás Maduro, aunque fue juramentado como
presidente electo de los venezolanos, convirtiéndose toda su actuación en ese
lapso de proselitismo en una burda, barata y banal copia de lo que fue Hugo
Chávez y que él haga lo que haga nunca será, más allá al mal manejo de las
emociones de un importante sector de la población que jamás entendió como se
pasa del duelo a estar bailando el “Maduro, desde mi corazón” o silbando cual
pajarito en grama, la política de comunicación armada desde el Estado deja
mucho que desear.
Todo proceso
comunicacional debe estar casado con la realidad del ambiente que lo rodea, si
nuestros mensajes y actuaciones están divorciados de las percepciones actuales
de los públicos entonces el objetivo nunca se logrará y por el contrario las
intenciones pudiesen convertirse en un arma de doble y profundo filo; por eso
cuando observamos a un gobierno tambaleante, gracias a que es tildado de
ilegitimo, que su acción y discurso están enmarcados en encrespar los ánimos
nos percatamos que van rumbo al barranco.

Otro desliz, más
achacable a Villegas que los anteriores, es el sinfín de cadenas que efectúa el
mandatario Nicolás, porque primeramente las capacidades comunicacionales de
éste son inexistentes, su carisma es nulo y su manejo histriónico fatal, pero
aunado a todos estos detalles es evidente que al encadenar las radios y
televisoras del país cuando el líder de la oposición se dirige a la nación lo
que denota es miedo, lo que causa en los simpatizantes del gobierno una
profunda incertidumbre y en los acólitos de la oposición una sonora “arrechera”
por el abuso y más cuando las cadenas son para hablar “pistoladas”.
Pero las pifias de
Ernesto no se quedan aquí prosiguen en una extensa enumeración de yerros que no
abordaremos aquí por falta de espacio y tiempo, pero si nos referiremos a
algunas como:
1-. La carencia de
una identidad propia del “Presidente”, sin divorciarse del “recuerdo del
desaparecido líder”.
2-. Un contenido
del discurso más humano y emotivo (hasta el momento los intentos han sido
infructuosos y sin real “pegada” en la sociedad).
4-. La falta de un
clima de opinión necesario para el entendimiento nacional, que ayude a
recuperar, si es posible, al número importante de electores que en octubre
votaron por Chávez, pero que en abril migraron hacia la oposición.
5-. El vacío de una
plataforma de voceros nueva y refrescante que renueve a las caducas opiniones
de una serie de portavoces que han
perdido fuerza en la opinión pública nacional.
Si me preguntan
creo que entre Andrés Izarra, ex ministro de comunicaciones de Hugo Chávez, y
Ernesto Villegas, sin entrar en pormenores,
aquél fue más efectivo y claro en el manejo de las comunicaciones del Estado,
pero aún debemos, los analistas de esta área, darle más tiempo al segundo.
Como dice una
conocida frase “si no comunicas no existes”, ¡comunícate en el momento justo y
con el contenido preciso, allí radica el éxito!
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