Diálogo roto

Desde Alta Mar (Puerto La Cruz)-.  Primero fue el mismísimo Nicolás Maduro cuando dijo “Ni con votos, ni con balas la oposición llegará a Miraflores”, después fue Diosdado Cabello cuando asestó en decir que: “quien ha hablado de adelanto de elecciones, nosotros no le pondremos las cosas fáciles a la derecha”.

¿Y entonces? El diálogo no está funcionando.

La actitud de guapetones de barrios de los representantes del régimen es cada vez más grosera. Tanto Nicolás Maduro como Diosdado Cabello de hecho le están dando una patada a la mesa de diálogo.

El oficialismo irrespeta a la Iglesia Católica, se mofa de los venezolanos y utiliza a los sectores de la alternativa democrática, además de que se complace frente a la actitud parcializada y genuflexa de Ernesto Samper, José Luis Rodríguez Zapatero y los demás cómplices internacionales del régimen.

El diálogo ya está roto. El Gobierno se ha encargado de  destruirlo con sus acciones, con su deseo de no encontrar puntos de convergencia con los demócratas, por su afán de eternizarse en el poder a costilla de un pueblo que ya no aguanta más.

El diálogo, que en esencia tienen  que ser defendido por quienes amamos la democracia y la libertad, está quedando sin sentido porque el Ejecutivo no ha dado más señales de rectificación.

La inmensa mayoría de los presos políticos aún siguen injustamente presos, el Gobierno sigue empleando al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) como un arma cargada apuntando a la Asamblea Nacional, no existe indicios que el régimen quiera llegar a un acuerdo en torno al nombramiento de los nuevos Rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE).

Nicolás Maduro y sus secuaces no dan tregua a la realidad política de la nación; el gobierno se enfoca en mantenerse en el coroto a pesar que esto pudiera significar más crisis política, social y humanitaria para el pueblo.

A ellos, quienes están enchufados, no les interesa para nada el hambre de la sociedad, a ellos no les importa que más venezolanos coman en la basura, a ellos sólo les importa seguir con chupando del erario público como hasta el momento han hecho.

Por estas razones es que afirmamos que el diálogo se ha roto, a pesar de los grandes esfuerzos de la Iglesia, a pesar de los gestos desprendidos y democráticos de la Unidad Democrática, las pretensiones hegemónicas del régimen se imponen desbastando cualquier ocasión que permita una salida consensuada a la emergencia que atraviesa la república.

El diálogo pareciera perder con el paso del tiempo cualquier viabilidad real.

No obstante, si sorpresivamente el régimen empieza a cumplir con las exigencias que se le hicieron como la libertad de todos los presos políticos, el nombramiento de nuevos Magistrados del TSJ, el nuevo Directorio del CNE y las elecciones adelantadas en el primer trimestre del 2017, entonces el diálogo debería continuar.

Si por el contrario no se le ve el queso a la tostada, entonces  estar más tiempo en la mesa del diálogo es una imposibilidad.


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