Dimensión humana de la economía


José Dionisio Solórzano 

Reconozcamos que los materialismos, disfrazados bajo las terminologías y las ideologías del igualitarismo y el libertarismo – dos extremos opuestos que al final se unen –,  parecieran que ocupan el debate político-económico venezolano.

Por un lado, sectores continúan pregonando a la igualdad como panacea para mitigar las dificultades en las dinámicas económicas y sociales; y, por el otro, factores propugnan la libertad económica y social como la solución final de todos los males que aquejan las sociedades actuales.

Ambos conceptos se basan en una visión materialista del mundo; en una concepción que desecha valores espirituales, morales y humanos.

Ante la ausencia de principios como la fraternidad, la solidaridad y el bien común; debemos rescatar las enseñanzas de grandes pensadores como el economista y religioso, Louis-Joseph Lebret.

La economía no debe seguir concibiéndose como una simple relación entre oferta y demanda, de cifras macroeconómicas sin almas ni rostros; y, tampoco, podemos verla desde el cristal del dogmatismo del materialismo dialéctico y la versión inhumana de una igualdad forzada y de una economía plenamente estatizada.

Debe existir – y existe – una tercera forma de determinar las relaciones económicas, y esa es la dimensión humana de la economía.

Para ello debemos comprender dos realidades esenciales, como son la conceptualización del hombre como un ser dominado por sus necesidades y por sus deseo.

Para el padre Lebret las necesidades son el pilar del comportamiento social, partiendo por necesidades básicas incluyendo las espirituales; por otro lado el filósofo Gaston Bachelard declaró, en su oportunidad, que el hombre es una criatura del deseo, y no una criatura de la necesidad.

Sin embargo; el hombre es una unión de sus necesidades y deseos; es una convergencia de cosas que necesita y otras que desea.

De allí, Lebret segmentaba este aspecto en la “jerarquía de las necesidades”:

1-. Las necesidades básicas, las que son indispensables para vivir.

2-. Las necesidades secundarias , las que son útiles para elevar la calidad de vida.

3-. Y las necesidades terciarias, que enriquecen el espíritu y la dignidad del ser humano. Elevándolo a niveles morales y culturales.

Vale recalcar que el concepto de necesidad de Lebret no debe confundirse con el de la pirámide de Maslow, que pretende que las necesidades materiales deben cumplirse antes que las necesidades relacionadas con aspectos culturales y espirituales. 

En Lebret todas las necesidades espirituales son parte de las necesidades primarias o básicas.

En el pensamiento del sacerdote miembro de la Orden de los Predicadores, la necesidad lleva intrínseca la dimensión del deseo, en su perspectiva la economía no puede – ni debe – resumirse en el mercado como lugar de flujo de intercambios de bienes o servicio.

Para la idea lebretiana el hombre económico es aquel que busca satisfacer sus necesidades básicas y desarrollarse para cubrir sus necesidades secundarias y terciarias, en aras de construir una economía más humana, más comunitaria y más universal, más pacífica y más civilizada, y todo ellos llevaría a una economía más fraterna y más cultivada.

Una economía que no esclavice el alma humana, no aprisione o cercene el espíritu creativo y superador del hombre, como suele hacer el materialismo igualitarista; y una economía que no caiga en el individualismo, deshumanizador y centrado en la acumulación de riquezas en repudio del bienestar común.

Es allí, donde una economía solidaria, con un Estado pequeño y vigoroso, puede promover una economía equilibrada, justa y eficiente.

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