La incitación y los medios

Mar de Leva-. “Algunas veces en abril” es el título de una película sobre la masacre de Ruanda, en medio de la trama recuerdan el juicio que el tribunal internacional le realizó al locutor que desde la emisora nacional de aquel país incitaba a los ruandeses Hutu a tomar represalias en contra de las “cucarachas” Tutsis, traigo a colación esta referencia fílmica porque deseo presentar en este artículo lo peligroso del mal manejo comunicacional en momentos de exaltación social.
En aquellos días de 1994 la república de Ruanda estaba sumergida en un progresivo calentamiento de los resentimientos sociales y raciales, existía una pugna política entre el gobierno Hutu y las fuerzas rebeldes Tutsis, pero además en el seno de la gestión pública había un grupo de personas que le recriminaban al gobierno su frágil manejo y su poca determinación política ante las presiones internacionales. Una olla presión a punto a estallar.
En medio de la convulsión política y la incertidumbre social en aquella república africana, detrás de un micrófono un locutor inició una campaña sistemática de odio en contra de un segmento de la población, las consecuencias de sus palabras fueron sangrientas e inolvidables para aquellos que repudiamos este tipo de genocidios como los ocurridos en Ruanda.
La matanza ruandesa es digna de ser estudiada desde cualquier punto de vista, desde la visión social del cómo los odios étnicos marcaron un proceso involutivo hasta la aniquilación mutua, pero sobre todo podemos indagar sobre el nivel de impacto que los medios de comunicación, en especial la radio, tuvieron como impulsor de un odio irracional gracias a que a través de su uso inadecuado el medio se convirtió en un arma letal.
La responsabilidad de aquellos locutores fue determinante, ellos fungieron de verdugos mediáticos, instigaron a una fracción del pueblo a “matar” a la otra mitad, lastimosamente para la sociedad de aquel país la caja de resonancia que es la radiodifusión fue cómplice en la matanza terrible que dejó a casi de un millón de muertos a su paso. Ahora bien, los comunicadores sociales, quienes trabajan directamente con los medios de comunicación y quienes laboramos en la estructuración de mensajes, imagen pública y diseños de campañas debemos comprender que el manejo de este tipo de instigación puede conllevar a un proceso lamentable y trágico como el ruandés.
Una voz incesante que clama por la “aniquilación” de un grupo social, una voz que habla de la necesidad de exterminar a unos para la supremacía de otros, aquella argumentación permanente que decía que aquellos eran enemigos, que era necesario “salir de ellos”, posee una repercusión social importante, es sin duda alguna una razón que movió la acción de desastre que enlutó a toda África.
Para culminar este artículo tengo el deber de manifestar que no podemos permitir que un caso de insalubridad mediática como el ocurrido en Ruanda se repita, ni en el continente negro, ni en cualquier otra zona del planeta, debemos comunicarnos con la ética y la moral que debe tener el manejo de la salud pública. Si un médico posee en el manejo del bisturí la vida de su paciente, el comunicador empuñando su pluma, encendiendo el grabador, tecleando en su máquina tiene en las de él la existencia de toda una nación. Debemos repudiar la censura y la autocensura, pero debemos tener cuidado con el libertinaje y la incitación comunicacional.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Salvar Vidas en Anzoátegui

Maritain y el Estado

Redes Sociales: Gobierno abierto