Maritain y el Estado

José Dionisio Solórzano

Cuando despunta un debate sobre el rol del Estado dentro del quehacer político, producto del eterno enfrentamiento entre colectivistas y liberales (socialistas y libertarios) es menester que la Democracia Cristiana refresque su posición y la mejor forma de hacerlo es recordando las ideas de Jacques Maratain.

Este grandioso pensador francés nos legó una joya de pensamiento en su libreto “El Hombre y el Estado”, donde deja clarificado el pensar humanista sobre el papel del Estado.

Iniciemos con una frase, que juzgo perfecta para describir la relación Estado-Hombre, la cual dice: «la persona es anterior al Estado y por lo mismo es el Estado para la persona y no a la inversa».

Leáse bien, «es el Estado para la persona», es decir, el Estado es creado para que sirve a los propósitos del ser humano. Y, empero, cuando el Estado por acción u omisión atenta contra el hombre no solo pierde sentido sino que es necesaria su renovación.

Sigamos desentrañando parte de la filosofía maritaiana sobre este particular, y esta vez exponiendo otra frase interesante: «el Estado no es la suprema encarnación de la Idea, como creía Hegel. (...) Es un instrumento al servicio del hombre. Poner al hombre al servicio de este instrumento es una perversión política».

Aquí vemos claramente que la exaltación del Estado sobre el ser humano es una desviación y un exabrupto, el cual es rechazado de plano por la Democracia Cristiana; repitamos esto: «el Estado sirve al hombre, no al revés».

Ahora bien, como demócratas cristianos debemos entender que, según nos enseña Maratain, «el Estado es tan sólo esa parte del cuerpo político cuyo peculiar objeto es mantener la ley, promover la prosperidad común y el orden público y administrar los asuntos públicos.” 

Con estas líneas plasmadas en el «El hombre y el Estado» nos describe sucinta y eficazmente las responsabilidades del Estado; es decir el aparataje estatal solo funciona bien cuando mantiene la ley, promueve el bien común, garantiza orden público y administra los temas de su exclusiva competencia.

Y, justo aquí, debemos abordar un aspecto de las competencias del Estado sobre todo en la administración de áreas de la vida social. 

El Estado debe encargarse de áreas estratégicas como el resguardo de las fronteras nacionales, algunos aspectos de los servicios públicos y de forma compartida – con el sector privado – áreas como la salud y la educación.

Siempre evaluando las capacidades reales del Estado, pues, otra vez citando a Maritain, «Al imponer al Estado una carga demasiado pesada lo exponen a volverse algo seriamente viciado», enunciado que describe a la perfección el caso venezolano.

También nos dice que «el Estado tiene competencia en materia administrativa, política y legal, pero, en todos los demás terrenos, es corto y torpe y fácilmente opresor e imprudente». 

Nunca debemos olvidar que «la función concreta del Estado –su función principal– es velar por el orden legal y la aplicación de la ley», sin olvidarnos de la vocación social y la protección del bien común.

El pensador humanista nos recuerda que cuando un Estado «se hace totalitario se ve obligado a recurrir a un régimen de terror», algo que conocemos muy bien – tristemente – en América Latina.

Bien, los demócratas cristianos debemos entender que el Estado es necesario – bajo estos preceptos, y su reducción al mínimo o su desaparición no es realmente positiva; así como, el endiosamiento del Estado es una aberración que debe ser evitada y combatida.

Ni estatistas, ni liberales… Somos demócratas cristianos; somos humanistas.

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