De la vulgarización al vacío

Mar de Leva-. Una de las claves esenciales para que un mensaje político sea efectivo es la simplicidad de su estructuración. Mientras más sencillo sea la elaboración de los códigos que se enviarán a la opinión pública mayor repercusión positiva estos registrarán, he allí la razón que motivó al genio de las comunicaciones del III Reich Joseph Goebbels a colocar en su famoso y muy utilizado manual de los principios sobre la propaganda como el quinto elemento a lo que él bautizó como la vulgarización del mensaje.


Sostenía el jerarca comunicacional de régimen Nazi que mientras mayor volumen de masas, más elemental debe ser el mensaje que se emita. Cito: Prin­ci­pio de la vul­ga­ri­za­ción. “Toda pro­pa­ganda debe ser popu­lar, adap­tando su nivel al menos inte­li­gente de los indi­vi­duos a los que va diri­gida. Cuanto más grande sea la masa a con­ven­cer, más pequeño ha de ser el esfuerzo men­tal a rea­li­zar. La capa­ci­dad recep­tiva de las masas es limi­tada y su com­pren­sión escasa; ade­más, tie­nen gran faci­li­dad para olvidar”.

Desde aquellos días oscuros de la II Guerra Mundial hasta la actualidad el manejo comunicacional que se ha realizado tanto de la publicidad comercial como de la propaganda política ha estado centrado en la “vulgarización” del mensaje que se transmite, mientras más básico y más llano sea el concepto de imagen que se emplee mejor resultado obtiene, es decir, desde aquella época hasta hoy este principio se ha utilizado con fascinante éxito.

Ahora bien adentrándonos más al día de hoy observamos que el discurso político y el manejo propagandístico que se viene empleando en algunas campañas de América Latina perfilan nuevas condiciones en la estructuración de los mensajes, se palpa recurrentemente que muchos líderes victoriosos, sea dicho, han conquistado importantes segmentos del público electoral a través de lo que podemos calificar de la vulgarización del vacío discursivo, entiéndase esto como la ya no simplicidad del mensaje como se había propuesto en los tiempos de Goebbels sino como la carencia en sí de propuestas e ideas concretas, abriendo paso a la ambigüedad que se enquista como una necesidad en las comunicaciones políticas modernas.

Ya no sólo deben ser simple los códigos que se envían al consciente o subconsciente de las “masas”, como las llamaba el ministro alemán, sino que no deben profundizar en ningún aspecto, en cambio tienen que ser construidos bajo un esquema de cordialidad y amplitud, dígase: “de brazos abiertos”, debido a que estos mensajes están siendo mejor evaluados por la opinión pública de muchos países quienes desechan los discursos de carácter violento y/o firmes, tal vez motivados por la saturación que ha logrado la propaganda izquierdista radical que ha plagado importantes espacios de Sur América.

La incertidumbre en el mensaje pareciera que abre un halo en el subconsciente de los individuos quienes interpretan, ante la carencia de mensajes definidos, los datos que reciben adaptándolos a sus expectativas, explíquese esto como un proceso de ajuste inconsciente que los públicos efectúan para darle ilación conceptual a sus sueños y esperanzas encarnados en un liderazgo puntual, surgiendo así la manipulación del individuo y de las masas en provecho de determinada parcialidad política.

La vulgarización dio paso al vacío discursivo, así se evoluciona en las sociedades y así tenemos que adaptarnos.

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