Destitución presidencial
Desde Alta Mar (Puerto
La Cruz)-. El tema
central de la política en Venezuela se circunscribe a la destitución del
Presidente de la República por abandono
de cargo.
La Asamblea Nacional
(AN) que está envestida de autoridad constitucional para determinar la
responsabilidad política del Jefe de Estado y declarar la vacante del puesto,
toma este derecho legal para presionar un cambio en la conducción del país.
Cuando el régimen de
Nicolás Maduro cerró, a través de acciones burdas, la puerta electoral abrió
las alamedas para otras acciones institucionales y constitucionales.
La iniciativa es plena
de derecho. El Parlamento nacional puede enjuiciar políticamente a Nicolás
Maduro y destituirlo, y sin salirse de los preceptos que marca la carta magna
nacional.
La destitución del
Presidente de la República es un acto legal y de respeto a la autonomía de los
poderes públicos; y toma más fuerza debido a que el Poder Legislativo posee una
legitimidad de origen y de ejercicio que la habilita para entablar esta
discusión.
Por el otro lado, es
menester recalcar que el Jefe de Estado está deslegitimado. A su elección
viciada y con dudas se le suma su inacción política y administrativa para
solucionar los problemas económicos, políticos, sociales y sobre todo
humanitarios que a traviesa la nación; todo esto lo descalifica para seguir
ocupando la Quinta de Misia Jacinta.
En el caso del Tribunal
Supremo de Justicia (TSJ), que está integrado por un grupo de Magistrados que
fueron designados de forma altamente írrita, lo que efectivamente le resta
representatividad en el ejercicio del Poder Judicial, ha mantenido una política
sistemática de violación a la
Constitución y colocado la justicia hacia un solo lado de la balanza.
Si hacemos referencia al
Consejo Nacional Electoral, otro de los brazos ejecutantes de un régimen que se
encuentra languideciendo, la renovación de parte de su directorio se efectuará en
los próximos meses, mediante lo cual la Asamblea Nacional tiene toda la
potestad de nombrar a nuevos Rectores que le den equilibrio y respetabilidad a
este órgano del poder público.
Es decir, ni el TSJ y
menos el CNE puede criticar las acciones que democrática y constitucionalmente
está llevando adelante la Asamblea Nacional.
La destitución
presidencial tiene que materializarse; Nicolás Maduro ha demostrado en los
últimos tiempos su total incapacidad para conducir los destinos de la nación.
La medida es avalada por
los altísimos índices de impopularidad que posee el señor Maduro. En las
encuestas más conservadoras un 75% de la ciudadanía lo repudia como mandatario.
Por ende, la destitución
de Maduro es un clamor nacional y una necesidad política para el retorno de las
libertades públicas en la nación.
La destitución legal,
constitucional y legitimada por el respaldo popular es, más que un derecho
parlamentario, una obligación que los diputados de la Unidad Democrática están
asumiendo con valentía y gallardía.
Así de claro, así de
simple.
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