Trump y Pence


Opinión-. La dupla en el poder gringo no quita su mirada de América Latina, en especial de Venezuela y de Cuba. Pareciera que Donald Trump quiere dejar como parte de su legado presidencial la liberación del sur del continente de la influencia socialista.

Mike Pence, el hombre detrás de Trump, ha enfilado sus baterías contra el régimen venezolano en la Organización de Estados Americanos (OEA), en la misma magnitud que desde la Casa Blanca siguen sancionando a funcionarios criollos.

La estrategia es dinamitar las escasas fortalezas que le restan a Maduro, mientras que la propia crisis interna le corroe su capacidad de respuesta; y todo agravado por la presión económica de los chinos contra Venezuela y el "mucho ruido y pocas nueces" de los rusos.

El panorama político internacional no es nada agradable para Nicolás Maduro; cada vez son menos los gobiernos que lo apoyan, y aquellos que se mantienen "rodilla en tierra" están padeciendo sus propias hecatombes.

Daniel Ortega, en Nicaragua, vive su propio pandemónium y Evo Morales, en Bolivia, está muy callado, debido a que no posee medios para seguir "idolatrando" al modelo venezolano. Y, las mismas islas del Caribe han mermado su apego a la "Revolución venezolana" porque el chorro de dólares se cerró hace meses.

Lo cierto es que Pence, está encabezando la lucha contra los reductos socialistas del continente. Y los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Perú le siguen el ritmo, y la voz de las naciones de la denominada Alba quedan enmudecidas en la práctica.

A todas luces se está repitiendo el mismo escenario de finales de los 80 y principios de los 90. El socialismo sucumbe ante su fracaso económico y social, y las fuerzas capitalistas avanzan recuperando espacios y reivindicando el concepto de libertad.

Y mientras esto ocurre, en Caracas se siente el temor ante las jugadas que desde Washington haga el Gobierno Republicano, y el silencio enrarecido de La Habana que no levanta la voz, más allá de algunas palabras indignadas.

Todas las fuerzas "liberales", en el concepto norteamericano del término, y de izquierdas de los Estados Unidos, de América Latina y Europa, califican de "loco" a Donald Trump, y más allá de un ataque es una descripción de lo que es capaz de hacer el mandatario del titán del norte.

Hasta el mismísimo presidente de Norcorea ha cesado en sus alocadas acciones y destempladas declaraciones, porque Trump no se anda con rodeos.

Y esto lo tienen muy claro en Miraflores, Maduro sabe que jugar con Trump es una locura, que para nada es parecido a las relaciones y reacciones que se esperaban en los tiempos de Chávez y Barack Obama. ¿Mamarle gallo a Trump como lo hacían con el negrito? Es un acto demencial.

Para quienes están en el goce de las mieles del poder los nombres de Trump y Pence deben ser como pesadillas vivas que los acosan en todo momento como la sola mención de la Corte Internacional de Justicia en la Haya.

Las expectativas de Maduro, y así lo deja entrever en sus declaraciones, es convertir a Venezuela en una nueva Cuba, bloqueada, arruinada, agonizante, enflaquecida pero socialista.

Ante esto, la cuestión sería si ¿los venezolanos vamos a permitir que esto ocurra? ¿Nos quedaremos de brazos cruzados?
  






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