País de nostalgias
Opinión-. Me despierto y
tomo mi celular, en él leo un mensaje de Whatsaap de un excompañero de clase
quien mandó una cadena despidiéndose de
sus contactos porque ese mismo día tomaría un avión que lo llevará a otras
tierras.
Más tarde, un post en Instagram,
otro amigo que tomó la decisión. Más adelante, esta vez en Facebook un familiar
redacta lo que fácilmente pudiéramos llamar un “storytelling” de sus primeras
andanzas en Chile.
Otro estado, y más de un stories
en Instagram van contando la misma historia de despedidas, de adioses y de
búsqueda de dólares para partir.
Una generación entera ha decidido
irse del país. En las redes sociales abundan más los contenidos sobre lo que
viven los venezolanos en medio del invierno del sur de continente o de sus
vivencias en la vieja Europa, que del día a día de los venezolanos.
Nuestros connacionales se suman a
la lista de aquellos que no aguanta más, que están botando tierrita y dejando
la partida a medio jugar dentro de Venezuela.
¿Y cómo reprocharles algo? Hagan
lo que hagan el dinero no alcanza para cubrir las necesidades más básicas. Ni
siquiera comer bien es posible en este momento, el precio de los comestibles es
cada día más elevando e imposible de alcanzar por el grueso de los ciudadanos.
La falta de efectivo, la vida
mercatilizada en toda las dimensiones. Cuando los trámites más sencillos se
vuelven la esencia de la corrupción y de las mafias, al ciudadano de a pie no
le queda otra salida que irse a otras naciones.
¿Cuántos jóvenes se están
graduando y saliéndose de Venezuela? ¿Cuántos estudiantes abandonan sus
estudios porque no soportan más la realidad que nos azota? Como profesor
universitario puede decirles que semestre tras semestre los salones se están
achicando de alumnos porque son miles los que toman la determinación de dejarlo
todo en busca de un mañana mejor.
Cuando caminamos por las calles,
y nos encontramos a cualquier conocido, uno de los temas de rigor es preguntar
por terceros de la misma época o ambiente, y cada vez es más recurrente recibir
la misma respuesta de “¿fulano de tal? No vale, él se fue para Perú”.
Al ojo por ciento, para usar la
frase de Don Rómulo Betancourt, tengo más conocidos fuera de Venezuela que
dentro del país. Mis compañeros de generación están repartidos entre Chile,
Perú, Colombia, Europa y Argentina.
Mi propia familia se encuentra allende
de los mares. La Venezuela que recibía con los brazos abiertos a los
emigrantes, se transformó en el país de las despedidas, en la república de las
nostalgias.
¿Por qué razón? Porque tenemos un
régimen que destruyó las ilusiones de toda una nación, que hundió en el lodazal
a la república y nos sumergió en un océano de hambre, escasez y desdén social.
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