¿Por qué se falsea la historia?
Mar de Leva-. Sí hablaré de
historia… ¿Por qué lo haré? ¿Qué tiene que ver la historia con los asuntos
comunicacionales? ¿Cree que se confundió de columna? Todas las preguntas son
válidas y como todo lo nacido del hombre tiene explicación, tan sólo las cosas
de Dios son misteriosas y poco comprensibles para nosotros. Explicaré la razón
del título.
Vemos como la historia se
convierte digamos que en víctima y a su vez en arma, y está dualidad es lo que
hace de ella, en el tema comunicacional, un factor determinante.
La historia encierra nuestro
pasado individual, personal y colectivo. Muchos de nosotros se enorgullecen de
tener un personaje ilustre en la familia, el abuelo tal o cual que peleó, con
“valentía”, en tal guerra o batalla, o que trabajó con fulano de tal… Todo esto
eleva nuestro ego.
Entonces, el ayer nos pertenece a
todos, a quienes lo vivieron y a quienes no lo hicieron, total este último
punto es el de menos importa.
Los dirigentes políticos y líder
sociales siempre han evocado al pasado calificándose así como los
representantes legítimos de todo lo bueno del ayer, y a sus adversarios como
vástagos de un pasado bochornoso.
Veamos pues que mientras, en el
caso venezolano, Hugo Chávez era el hijo perdido de Simón Bolívar, a tal punto de exponer un retrato digitalizado del Libertador
dándole a éste rasgos afrodescendientes asimilándolo visualmente a aquél,
cuando es bastante conocido los orígenes peninsulares del Grande Hombre de
América, calificaba a sus oponentes de “apátridas”.
Todo iba bien organizado,
mientras el mismísimo ex-presidente, dotado con una dura verborrea, ponderaba a
sus oponentes como los herederos de los traidores de Bolívares, en pocas
palabras como los malos, él se iba
apoderando del “bolivarianismo”
excluyendo el término sólo para uso de sus partidarios.
En Chile, por citar otro ejemplo,
el gobierno de Augusto Pinochet se apoderó discursivamente de la imagen de
Bernardo O'Higgins de tal forma que no le dejó más remedio a la izquierda
chilena de hacerse del nombre de otro héroe nacional: Manuel Rodríguez.
El tema de la memoria histórica
de los pueblos es muy sensible y muy utilizado para el propósito de crear un
discurso que identifique al líder con un grueso de la población nacional.
En México la izquierda alzada en
arma en décadas pasadas se colocó el nombre de Zapatistas; en Argentina
distintos dirigentes políticos, tanto de derecha como de la nueva izquierda
actualmente en el poder, se hacen llamar con propiedad “peronistas”.
La historia nos permite tomar
banderas e insertarlas en el debate nacional, nos da la facilidad de trasportar
a nuestros oyentes y seguidores a un ambiente distorsionado de la realidad,
permitiendo que el impacto de los mensajes sea más fuerte y penetrante.
¡La historia es víctima! Es la
víctima por ser ultrajada, despojada de su inmaculada veracidad, es víctima de
un arrebato de hechos y de cambios e interpretaciones ajustadas al beneficio
del relatante.
¡Y es un arma! Porque como se
dijo anteriormente con ella se podrá navegar en algunas aguas vulnerables del subconsciente colectivo,
sumergirnos en ese imaginario muchas veces fantásticos de aquel pasado
glorioso.
Se responde la pregunta inicial,
¿por qué se falsea la historia? Para hacerla más grandiosa, más fascinante, más
divinamente fantástica, se falsea para que responda a intencionalidades
políticas y discursivas, se cambia para convertirse en un traje a la medida.
La historia es una señora que es
vilipendiada en la política, usada y posteriormente desechada. En sus textos se
omiten verdades y se proclaman mentiras, por eso ella en las comunicaciones
políticas es un bálsamo que alivia y en ocasiones envenena.
El uso de la historia en el
discurso político necesita de sigilo y estudio.
¡Comunicar va más allá del hablar
y/u oír!
Twitter: @jdsolorzano
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