Política y Ética: Santo Tomás
Desde
Alta Mar-. “Toda
acción tiende hacia un fin, y el fin es el bien de una acción”, así lo planteaba
Santo Tomás de Aquino.
Este
filósofo que disertó sobre el papel del ser humano, su relación con Dios y la
búsqueda de una conceptuación de la felicidad que uniera los principios aristotélicos
con los valores de la cristiandad, nos dejó un legado que nos toca analizar con
profundidad.
El
santo hombre aseveraba que hay un fin último hacia el que tienden todas las
acciones humanas, y esbozaba, como Aristóteles, que esta meta se le llama: Felicidad.
Santo
Tomás descartaba los bienes materiales como esa “felicidad”, y expresaba que
esta es más sublime que cualquier posesión.
En
su encuentro filosófico con las teorías aristotélicas defendía la intranscendencia
de lo material, no obstante afirmaba que la felicidad no era, como lo aseguraba
el pensador griego, la suma de conocimientos de los “objetos más elevados”,
sino por el contrario la felicidad se centraba en la contemplación a Dios.
El
integrante de la Orden de Predicadores exponía dos clases de valores en la
humanidad como son las morales y las intelectuales, ambas eran especies de hábitos selectivos de
la razón que se forman mediante la repetición de actos buenos y, coincidiendo
con Aristóteles, la virtud consiste en un término medio de conformidad con la
razón.
“La
razón le corresponde dirigir al hombre hacia su fin, y el fin del hombre ha de
estar acorde con su naturaleza por lo que la actividad propiamente moral recae
sobre la deliberación, sobre el acto de la elección de la conducta”, defendía.
Lo que podemos resumir con la terminología de libre albedrío.
Entonces,
ética y libremente, el hombre debe conocer a través de sus acciones que el fin
último de su conducta es el Bonum est faciendum et malum vitandum (Se ha
de hacer el bien y evitar el mal).
Bajo
el mismo modelo teórico de Platón y a Aristóteles el religioso sostenía que la
sociedad es el estado natural de la vida del hombre, es decir, es en un
ambiente colectivo donde el hombre desarrolla sus capacidades de “hacer el bien”.
¡El
hombre es un ser social! Esto está claro en la óptica filosófica del tomismo,
por este motivo el rol que juega el hombre en el desarrollo de la comunidad es
indispensable para que reine un ambiente de estabilidad, cooperación y
entendimiento, ante la necesidad de todos de apoyarse para progresar.
Para
el tomismo el Estado ha de procurar el bien común, “para lo cual legislará
de acuerdo con la ley natural, las leyes contrarias a la ley natural no obligan
en conciencia”, es decir, el santo hombre propone el desconocimiento de la
inmoralidad y de todo aquello que sea perverso y contradiga las leyes Divinas y
naturales.
“Las
leyes contrarias a la ley Divina deben rechazarse y no es lícito obedecerlas”,
señalaba.
Ahora
bien ¿por qué recordar estas teorías filosóficas?
Hoy
cuando pareciera que la moral en la política dio paso a un egoísmo personalista
que no sólo se expresa en algunas acciones particulares, sino que se plantea en
banderas ideológicas mezquinas, tenemos que rescatar los valores éticos y
morales del quehacer público.
Cuando
la inmoralidad se apoderó de Miraflores y de algunos representantes políticos
de la oposición tenemos que dar un paso al frente y reivindicar el fin último
del hombre, la felicidad social y la ética de la humanidad.
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