Enamoramiento político

Mar de Leva-.  Las campañas electorales suelen ser muy parecidas a los mecanismos de enamoramiento. Cuando un candidato sale al ruedo comicial busca cautivar a las masas con un discurso que esté relacionado con las más íntimas necesidades y deseos de los públicos metas, luciendo sus mejores “atuendos” y además centrándose en un contacto familiar entre él y la sociedad.

Cada cierto tiempo emergen en nuestros países liderazgos emocionales que se convierten en verdaderas obsesiones de los pueblos.

Casos como el de Benito Mussolini, quien siempre se mantuvo firme en el sentir de la gran mayoría de los italianos, y Adolf Hitler, quien enamoró a tal magnitud a los alemanes que éstos llegaron a inmolarse por aquél, son ejemplos de ese proceso de enamoramiento crónico.

Así mismo podemos decir de Juan Domingo Perón en la Argentina y de Hugo Chávez en Venezuela. Todos estos líderes dejaron una estela de “amor político” a su paso.

Los enamoramientos políticos pueden ser pasajeros aunque en algunos casos puede transformarse en un amor duradero que vence tiempo y obstáculos.

¿Cómo alcanzar este clímax? Aunque los liderazgos emotivos suelen nacer, también gracias a un esfuerzo titánico se pueden construir.

Primeramente el líder debe conocer muy bien los anhelos más profundos de los públicos metas, debe convertirse en un experto en la psiquis colectiva, entendiendo los sueños y miedos de las masas. Así, sólo así, se puede alcanzar los objetivos.

El uso de las estrategias de información primarias como las encuestas y focus group se deben emplear apoyados por una campaña propagandística efectista y efectiva que permita permear en el subconsciente de los públicos los mensajes estratégicos diseñados.

Los liderazgo de amor o mesías modernos han basado sus discursos en los miedos de los pueblos, por ejemplo Mussolini les habló a los italianos de los riesgos del comunismo y de los enemigos de la patria, se basó en la búsqueda de la grandeza del Imperio Romano, mezclando los temores con los sueños patrióticos.

Hitler no inventó el antisemitismo, esa opinión o creencias xenófobas ya existían en la Alemania antes de la Primera Guerra Mundial, él solamente empleó el tema en medio de un discurso apasionado dándole rostro a ese enemigo “judío” y su brazo político “el comunismo”.

Siguiendo la misma receta comunicacional nacieron liderazgos como el de Perón, Chávez y tantos otros. Lo cierto es que el enamoramiento se basa en un aspecto que une al líder con los pueblos, este nexo puede ser el miedo hacia una amenaza enorme o la esperanza de reeditar tiempos mejores.

El “amor político” también se crea a raíz del sacrificio que el líder hizo o esté dispuesto hacer por la gran mayoría del su pueblo, el caso de Nelson Mandela o de Gandhi.

En el caso del sudafricano y el hindú el “amor” entre ellos y las masas no se transformó en un derroche de pasión en ocasiones sangrienta como en sucedió con los anteriores, por el contrario fue un sentimiento de idolatría sentimentalista, donde la sociedad los veía como objetos de admiración.

El meollo del proceso de enamoramiento político tiene que surgir en el conocimiento previo del candidato de su pueblo, debe nacer de una unión psico-emotiva entre éste y las multitudes.

El candidato debe salir a enamorar al mayor número de ciudadanos a través de acciones y mensajes que impacten y que se relacionen con las esperanzas, miedos e inclinaciones sociales del público meta.

¡Así de simple!





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